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martes, 11 de enero de 2011

VILLA ROSARIO (Anexo de la pag. 134)


En cuatro lotes de terreno de la manzana 93 construyó la Compañía Madrileña de Urbanización, un espléndido edificio para el empresario madrileño D. Celedonio de la Torre, que pasaría a la historia de nuestra  ciudad por ser quizás uno de los pocos edificios que se conservan en la actualidad. La construcción que se realizó hacia 1903 muy posiblemente fue diseñada por don Ricardo Marcos Bausa ya que tiene ciertos detalles que el arquitecto repetía en sus edificios de los que destaca principalmente sus esgrafiados florales sobre puertas y ventanas, con los que se dotaron a decenas de edificios ya desaparecidos de la urbanización entre ellos Villa Sol (pag.170), Villa Marichu (pag. 153), Villa Rosita (Pag.130), y como olvidar el teatro y edificios anexos en los cuales destacaban principalmente estos detalles llegados desde el art nouvea.
Villa Rosario era una construcción sencilla, levantada sobre un solar de 1600 metros cuadrados entre las calles de Arturo Soria 420 (antiguo) y Fernández Caro.

Localización exacta de la finca sobre un plano de los años 50.

La casa realmente no era muy grande, contaba con cuatro dormitorios, un baño, salón, comedor, cocina, despensa, sótano para carbonera y una azotea. Además había varios edificios más en la parcela, como la casa para el servicio y un pequeño garaje.

Alzado y plantas de la vivienda.

En la revista la Ciudad Lineal apareció durante largo tiempo un anuncio en el que se mencionaba a  la antigua "Torre Magnética" negocio propiedad de don Celedonio de la Torre, empresa que realizaba reparaciones e instalaciones eléctricas y como vemos en el propio anuncio nos remitía a Villa Rosario, manzana 93.

Publicidad aparecida durante largo tiempo en la revista La Ciudad Lineal.

La casa fue propiedad de don Celedonio hasta su muerte acaecida de imprevisto  el día 29 de Enero de 1933 cuando recibió varios disparos por parte del hermano de su novia, harto de las continuas disputas entre la pareja. A partir de este momento desconocemos quienes fueron sus propietarios pero conservó su nombre hasta el final de su existencia por lo que suponemos sería propiedad de la familia. Indicar además que don Celedonio era un hombre viudo hacía mucho tiempo ya cuando ocurrió el fatal desenlace, por lo que nos hace pensar que Doña Rosario fuera su esposa. Hasta aquí son todo suposiciones.

Recorte de prensa de la época con la noticia del homicidio.

La casa siguió en pie demostrando su perfección durante muchísimo tiempo aunque los signos del paso de los años la iban convirtiendo en un edificio sombrío y triste.  Recuerdo  las tardes de invierno en las que paseaba con mis abuelos por allí, nunca olvidaré su hermoso y tupido jardín que dejaba ver  parte de la casa principal y en su interior y tras sus cristales prensados turbios, una luz de una lámpara anaranjada.  

Una imagen de la vivienda a mediados de los años 80 cuando aún estaba habitada.

Con el paso de los años todas sus vecinas sucumbieron a la especulación, pero Villa Rosario seguía en pie como escapada de otra época, en los años 90 aún vivían sus propietarios en ella y por las noches cuando alguna vez pasaba de vuelta de Hortaleza veía su lucecita anaranjada en el comedor y su chimenea humeante.

Una imagen de Enero del 96 cuando aún estaba habitada la casa.

Una tarde de finales de los 90 la casa apareció cerrada a cal y canto, todas las contraventanas estaban echadas, ya no tenía su tenue luz y sus tiestos y plantas del jardín comenzaron a secarse.

Villa Rosario estática e inmortal esperaba su desenlace.

Pasaron los meses y otra tarde vi que una de sus puertas estaba abierta, al día siguiente otra, al siguiente otra más, y poco a poco iba viendo como se rompían sus cristales, se desmembraban sus contraventanas e incluso se arrancaban sus canalones de desagüe. Cambié mi ruta para no verlo pero en algunas ocasiones no podía contenerlo y volvía a pasar por su puerta. Era algo terrible, un edificio con tantísima historia que había llegado hasta nuestros días intacto, se estaba degradando de una forma galopante.

Puerta de entrada a Villa Rosario en estado de abandono.

Una triste imagen del piso superior.

El tiempo siguió transcurriendo y cada día el abandono era más evidente, ya no quedaba más que el cuerpo del edificio. De buenas a primeras aparecieron junto a su puerta principal dos enormes carteles que anunciaban la venta de pisos en el solar, días después desaparecieron todos los árboles de la parte trasera del edificio fue entonces cuando me armé de valor para conseguir las siguientes imágenes del interior para dejar testimonio de como había llegado la vivienda hasta nuestros días y lo sutilmente que habíamos destruido el patrimonio en menos de dos meses.

Solar que quedó en la parte posterior después de haber arrancado todo el jardín.

Atrás no quedaba más que el garaje y la casa de servicio ya sin tejado, junto a estos una moderna construcción que servía de almacén y casa del jardinero. En medio de toda esa desolación un coche, vestigio de un pasado no tan lejano que había sufrido en sus propias carnes el paso de los vándalos.

Alzado y planta original de la casa de servicio construida sobre uno de los muros medianeros.

El interior del garaje ya sin tejado.

Pequeño porche que había sobre la puerta de la casa de servicio.


Desoladora imagen del edificio. Sus puertas y ventanas habían sido bloqueadas con maderos.

La puerta de servicio que daba acceso a la cocina.

El interior de la casa estaba completamente destrozado, realmente debía hacer mucho tiempo que no se reformaba e incluso se pintaba, estaba todo estático. En la cocina había dos armarios empotrados desprovistos de sus puertas y en la parte posterior una alacena bastante grande con vistas al jardín. En el suelo de esta había una trampilla semiabierta que conducía al sótano, más oscuro y tétrico donde no tuve valor a bajar. A continuación un amplio corredor desde donde arrancaban las escaleras que aún conservaban su barandilla modernista y su pasamanos de madera, subían en forma de medio círculo y tenían  ventanas con vistas al jardín. Sus escalones eran de baldosín rojo de "ariza" y el resto del suelo de la planta baja de imitación de mosaicos. En uno de los rincones del salón se construyó una chimenea de donde se había escapado su fuego llevándose por delante parte de la pared y el techo.

Las escaleras vistas desde el comedor.

Lo que quedaba del comedor donde estuvo la lámpara naranja.

El resto os lo podéis imaginar, yo salí de allí como alma que lleva el diablo jurando no volver a verlo hasta que fuese un solar pero ese momento no terminaba de llegar.
Pasaron los meses y aquello seguía igual o peor, hasta que una mañana me comentaron que los trabajos de demolición habían comenzado. No pude resistirlo y llegué hasta allí, en el jardín había una gran hoguera y en ella se estaban quemando todas las carpinterías del edificio, a los pocos días se habian derribado la vivienda de servicio y el garaje y a la casa se le había desprovisto de sus balconadas. Poco después se cubrió todo con andamios y plásticos. ¿Quizás no la fuesen a derribar? 
Desaparecieron los grandes cartelones de su fachada y se derribó la tapia de cerramiento, reconstruyéndola idéntica conservando la misma verja e incluso la puerta pero suprimiendo el cartel de Villa Rosario. En la parte posterior se construyó un nuevo edificio de viviendas dejando un espacio aproximado de un metro entre ambos edificios, hasta que no finalizaron las obras de construcción no se descubrió la antigua casa, yo sinceramente no pensé en verlo así nunca, ni que el trabajo de reconstrucción hubiera sido tan minucioso y delicado. Por fin llegó el día y aquella Villa Rosario triste y gris lucía un aspecto juvenil y moderno. Pese al estado en el que llegó a su restauración se había realizado un verdadero milagro. Sus paredes lucían su color beige original y todos los adornos florales que casi pasaban desapercibidos recobraron su aspecto rojizo.
La nueva Villa Rosario.

Otro aspecto del edifico recién reconstruido.

Entrada a la vivienda, compárese esta imagen con la tomada años atrás.

Detalles de esgrafiados sobre puertas y moldura superior con adornos vegetales.

A pesar de que ya no tenga el encanto original y su interior sea ahora la sede central de la empresa constructora que lo compró, servirá de testimonio para recordar a la ciudad desaparecida, nuestra querida Ciudad Lineal.

Autor: David Miguel Sánchez Fernández.