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jueves, 23 de febrero de 2012

YO VIVÍ EN LA CIUDAD LINEAL 1ª parte. (Rosa María González del Valle)

Mi nombre es Rosa María González del Valle, y aunque nací en Madrid en el año 1924 muy pronto nos trasladamos a vivir a la Ciudad Lineal. Fuimos allí recomendados, porque mi hermano Adolfo padecía una enfermedad del aparato respiratorio y un compañero de mi padre Ricardo García Guereta también vecino afincado en “El Bosque” le había contado que la Ciudad Lineal era el mejor sitio para curarse de las enfermedades respiratorias, y así fue, años después mi hermano se curó.
Mi padre don Benito González del Valle era un reputado arquitecto que realizó importantes trabajos en Madrid del que destacaremos “La casa de los Lagartos” construida en la calle de Mejía Lequerica número1 en la que expresó todo su conocimiento, quedando inmortalizada para la posteridad.


Don Benito González del Valle.

Cuando llegamos a finales de 1929 a aquella ciudad sanatorio nos establecimos en una maravillosa finca que anteriormente había sido propiedad de uno de los accionistas de la C.M.U., el Sr. Ramón Fort y que llevaba por nombre “Villa Josefa”. El hotel estaba situado al final de la calle de Hernández de Tejada concretamente en nº 7, cercana al Parque de Diversiones y ocupaba una amplia parcela, dejando en su centro una magnífica construcción de una sola planta que mi padre mandó reconstruir para adecuarla a nuestras necesidades. Recuerdo principalmente que la entrada de la finca se hacia bajando unos peldaños, pues esta quedaba bajo la rasante de la calle y tras una enorme puerta de dos hojas se hallaba una preciosa escalinata con barandilla de hierro.

El jardín era un vergel donde florecían por doquier todo tipo de flores y plantas, toda la verja que apoyaba sobre el alto muro de la calle estaba repleta de enredaderas, madreselva y rosas principalmente que inundaban con su olor todos los rincones de la finca. En uno de los rincones de la parcela se encontraba la casa de los guardeses, una coqueta y singular vivienda de ladrillo y tejado ricamente adornado que recordaba a la casita de chocolate de “Hamsell y Gretell”. Tenía un amplio porche con barandilla de hierro y contaba con dos dormitorios, salón, cocina y retrete. La casa principal era una gran mole de ladrillo de muchísima altura que a pesar de contar con una sola planta las ventanas quedaban a unos dos metros del suelo. Recuerdo sus suelos de madera, el despacho de mi padre, el salón y los dormitorios, todos de muchísima altura decorados con muy buen gusto.

La cocina que estaba en la parte posterior izquierda era muy amplia, sus suelos de imitación de mosaicos, y en el centro una gran cocina de carbón en isla, como las de ahora. En uno de los rincones de la estancia, había una escalera de caracol, que ascendía hasta el torreón donde estaban las habitaciones del servicio.

Recuerdo que la planta alta de la vivienda era un gran guardillón con 13 ventanas al jardín. (En algún momento de la historia de este inmueble, se construyo este tejado aguardillado sobre la amplia azotea, muy posiblemente cuando paso ser morador don Benito González, el cual realizó una gran reforma en la vivienda. Según algunas fotos aéreas de la zona finalizada la contienda este tejado es desmontado y pasó nuevamente a ser una azotea.)


Mi hermana mayor Charo y su novio José María Coig . Se retrataron junto a la tapia a la calle de Hernández Tejada. Al fondo se ve parte de la casa de los Guardeses.



En la parte trasera de la casa se encontraba un depósito para riego, que en alguna ocasión sirvió de piscina. En la imagen vemos a mi hermana Lilita (Matilde) a la derecha, junto a su amiga Conchita Solano,


 
Mi hermana Charo subida a uno de los arboles del jardín de Villa Josefa.


 
Mis hermanos y yo (la del brazo en jarra) en el jardín de Villa Josefa.


 
Mi hermana mayor Charo posando junto a la puerta de entrada a la finca, al fondo se ve parte del tejado de la casa de los guardeses.



En Villa Josefa ni cuñado José Macías, mi hermana Lilita, mi hermana Mari y su marido Antonio Pizarro. En primer término mi hermana Irene.


 
Un aspecto de la casa de servicio en su primera época allá por 1925.



Mi hermana Charo en Villa Josefa y nuestro perro Cri.



En el Parque de Diversiones Antonio Pizarro (fusilado en septiembre de 1936) marido de mi hermana Mari, mi hermana Irene, mi cuñado José Macías y mi hermana Lilita.



 
Dos imágenes del famoso túnel de la risa del Parque de Diversiones de La Ciudad Lineal donde se retrataron  Mari, Irene y Lilita.

Quizás el capítulo más triste de esta historia fue el fallecimiento de mi hermana Lilita con 17 años de una forma repentina e inesperada. Los médicos afirmaron que murió de insolación, a ella le encantaba tomar el sol, mi madre quedo profundamente afectada, fue un gran varapalo para toda la familia. A causa de esto mi madre Rosario Tordesillas se sumió en una profunda depresión, mi padre en un intento de animarla mandó construir en la parte posterior de Villa Josefa una pequeña granja, donde se establecieron algunas gallinas, conejos, patos, etc…


Junto a estas líneas mi querida hermana Lilita poco antes de su muerte en la terraza del Restaurante del Casino de la Ciudad Lineal.


Un aspecto del mismo ángulo del Restaurante.


Excepcional imagen tomada una noche veraniega de los primeros años 30 en la que los vecinos se reunían en una parcela cercana a nuestra casa donde se estableció la Asociación de Vecinos. Contaba con una pista de baile amplios jardines. En primera fila empezando por la izquierda mi cuñada Blanqui, justo detrás Carmen Riezu a su izquierda Carmen la de telégrafos, y junto a esta mi hermana Fifina.

La historia siguió su curso, y todo marchaba con regularidad, hasta que comenzó la Guerra Civil. Yo por aquel entonces tenía doce años pero tengo recuerdos muy claros de aquella época. A mi cuñado José María Coig el novio de mi hermana mayor Charo le secuetraron unos soldados republicanos y lo mataron días despues en Paracuellos del Jarama. Ella a pesar de no estar casada co en él, le guardo luto y se sintió durante el resto de su vida como viuda de este. Nunca olvidaré aquella tarde en Villa Josefa cuando en mitad de la comida irrumpieron unos milicianos republicanos y apresaron a mi cuñado Antonio Pizarro que vivía en casa con nosotros y se lo llevaron, tambien murió fusilado en el cercano Camino de la Cuerda. A mi padre le apresaron por dos ocasiones, la situación era insostenible, y en ambas ocasiones sus propios empleados, obreros de la construccion en su mayoría consiguieron convencer a sus secuestradores para que lo dejasen en libertad. Ante tal situación ellos mismos buscaron una nueva morada para la familia trasladándonos en noviembre de 1936 a una finca en la zona mas alta de la Ciudad Lineal de hay el nombre que tenía esta. “La Atalaya”.

La finca “La Atalaya” vista desde la calle de Arturo Soria a medidos de los años veinte.

La propiedad que había sido mandada construir para el Sr. Conde de la Puebla del Maestre se encontraba en esos momentos deshabitada y era sin duda alguna una de las mejores mansiones de la barriada. Contaba con tres plantas y un impresionante jardín con paseos que lo recorrían un cenador de madera y casa para servicio, cocheras y lavadero. Tenía dos entradas, una desde la calle Arturo Soria y otra desde Emilio Rubín, donde se encontraba la entrada de carruajes. La casa de inspiración medieval era una joya, se entrada estaba precedida de una terraza con balaustrada de piedra, la puerta principal de hierro daba acceso a un pequeño hall donde había unas puertas de madera que daban paso al gran vestíbulo desde donde se accedía a todas las dependencias y desde donde arrancaba la escalera de acceso a la planta principal.


Otra imagen de la finca “La Atalaya” tras su alta puerta de entrada nacían dos tiros de escalera que ascendían hasta el jardín que quedaba más alto que la rasante de la calle.


 
Yo y mi tío Carlos en la puerta de La Atalaya poco después de trasladarnos hasta allí.



Excepcional imagen de la Atalaya tomada desde la puerta posterior sin duda alguna una verdadera joya.

Recuerdo que una tarde en plena Guerra nos escapamos algunos de mis hermanos y yo junto con chicos de la pandilla y fuimos a Madrid al cine, posiblemente a la zona de Diego de León. A la vuelta vimos sobrevolar el cielo aquellos aviones que dejaban caer obuses sobre la ciudad, muy posiblemente buscando el punto estratégico donde se hallaba refugiada Dolores Ibárruri, la Pasionaria que se encontraba a escasos metros de nuestra casa en una finca conocida como Villa Eloísa en la Carretera de Hortaleza. Al llegar a casa una de mis hermanas que no vino con nosotros se chivó y mi padre, mi castigaron, el me dejo de hablar por unos dias y no me besaba. Eso si que era triste, irme a la cama sin el beso de mi padre.
Eran frecuentes los bombardeos y sonidos de disparos, recuerdo a un soldado que hacía guardia junto a la puerta de mi casa y que murió ametrallado. Su cuerpo estuvo varios días tendido en el suelo.


Mi padre y mi hermana Charo posan en el jardín de La Atalaya.

Otra tarde concretamente el 19 de Marzo de 1939 yo estaba cosiendo en el jardín de casa junto con mi madre y mis hermanas, volvimos a oír el ruido de los motores de los aviones. Quizás el punto que buscaban era la finca “La Casita Blanca” que se encontraba a algunas manzanas de casa entre las calles de Vicente Aleixandre y Julia Baliencha que había sido tomada por el partido Socialista estableciendo en este lugar otro cuartel. Las bombas no acertaron en su objetivo pero cayeron en casa de mi amigo Ricardo. Él estaba dentro de casa y sus padres en el jardín, al oír a la aviación, su padre corrió a avisarle y en ese momento el obús impacto de lleno en la casa. Su padre murió sepultado bajo un muro, y mi amigo quedo a salvo bajo el quicio de una puerta. Este joven sería con el paso de los años mi marido.
Después de caer bombas y días antes del final de la guerra las tropas nacionales nos bombardearon con panes que venían envueltos en pequeñas bolsas de papel con la bandera Española, el final estaba cerca.
Cuando todo volvió a la normalidad y pasados algunos años formalice mi relación con Ricardo Campos.


Yo en la escalinata de entrada a La Atalaya en los años cuarenta.



Dos imágenes de mi marido Ricardo y yo tomadas en los estudios Cea durante el rodaje de “La Nao Capitana” a mediados de los años cuarenta.

En los años cuarenta mis padres se trasladaron a otra finca, esta vez en la Carretera de Hortaleza, muy cerca del que sería el edificio del cine Ciudad Lineal.
Era una finca más sencilla, se la conocía con el nombre de “Villa Trinidad” así llamada por ser su propietaria Doña Trinidad Corceina. La construcción era más sencilla aunque también grande, en el jardín poseía un gran cenador y estaba adornado con centenares de arboles y plantas. En este lugar se celebro el convite de nuestra boda en la primavera de 1947. Después partimos a Tarragona donde Ricardo estaba destinado por ser militar. Volvimos en algunas ocasiones sobre todo cuando nacieron mis hijos mayores.


Villa Trinidad en los años 20.

Mis padres se trasladaron a un piso en Madrid y tan solo mi suegra y algunos amigos vivían ya en la Ciudad Lineal aquella ciudad que empezó a cambiar a una velocidad de vértigo.


Mis hijos Ricardo y Elena al final de la calle de Aspizua, al fondo se ven los estudios de laCea.



Dos imágenes tomadas en casa de mi suegra Pilar, una de ella con sus hijos y otra con sus nietos.

Cierto es que volvimos muchas veces, de hecho cuando regresamos a Madrid no nos fuimos muy lejos de allí, pero nada era igual, en alguna ocasión pasamos por la puerta de aquella casa Villa Josefa de la calle Hernández Tejada, hoy reconvertida en una iglesia Batista, recordando todo lo que allí vivimos. La Atalaya corrió peor suerte y tras pasar a manos de unas monjas que lo trasformaron en colegio fue derribado sin dejar rastro de él.
Y Villa Trinidad sucumbió bajo la piqueta también en los años 60, llevándose todos los recuerdos de nuestro pasado, aunque siempre quedara en nuestra memoria y en nuestro corazón aquella ciudad del porvenir, tan higiénica y saludable, la ciudad que nos vio crecer y que jamás olvidaré, la Ciudad Lineal.


El autor de este blog junto a Rosa María González del Valle a principios del año 2012.

Esta entrada esta dedicada con especial cariño a doña Rosa Maria y a su hija Paloma, a las que agradezco sinceramente su amabilidad y su tiempo. Gracias por compartir su historia con los demás.

Doña Rosa Maria falleció el pasado 25 de octubre de 2019, aquí conservaremos su historia como testimonio viviente de la Ciudad Lineal. D. E. P.